El milagro de la amistad verdadera
Más unidos que un hermano.
«No compartimos la sangre, pero sí el alma… y en el
silencio de las pruebas, tu amistad fue mi hogar.»
Durante mi proceso con el cáncer, descubrí algo que no
esperaba: la presencia silenciosa, constante y amorosa de amigos que se
quedaron. Que no huyeron del dolor, que no se incomodaron con mi
vulnerabilidad. Que me miraron con ternura cuando yo apenas podía sostenerme.
Ellos me recordaron que la amistad no es solo
compañía, es presencia, que abraza, que escucha, que sostiene, y su
abrazo fue más fuerte que el miedo.
Proverbios 18:24 dice:
«El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y
amigo hay más unido que un hermano.»
Este pasaje nos recuerda que hay vínculos que
trascienden la sangre: amistades que se convierten en refugio, en sostén, en
familia elegida. Y hoy puedo decir que lo viví.
En medio de la tormenta, mis amigos fueron faro, abrigo y esperanza. Me mostraron que el amor no siempre grita, a veces simplemente está.
Reflexión para el alma
- ¿Quiénes han sido esos amigos que caminaron
contigo en la sombra?
- ¿Cómo puedes honrar esa amistad que te sostuvo
cuando más lo necesitabas?
- ¿Y cómo puedes ser tú ese amigo que se queda, que
escucha, que abraza?
La amistad verdadera, esa que se revela en los
momentos más oscuros, es uno de los regalos más profundos que podemos recibir.
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