No temas.
“El miedo no grita para detenerte, susurra para que renuncies.”
El miedo muchas veces no llega como un trueno, sino
como una voz baja, persistente, que te habla al oído cuando estás por dar un
paso importante. Su poder no está en la fuerza, sino en la sutileza: en sembrar
duda, en enfriar el ánimo, en hacerte sentir sola o incapaz.
Pero si reconocemos que esas palabras internas no
vienen de la verdad, sino del temor, podemos tomar distancia. El miedo es parte
del camino, sí, pero no tiene por qué dictar la dirección. Escúchalo… y sigue
caminando.
Isaías 41:10:
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes,
porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te
sustentaré con la diestra de mi justicia.”
Este pasaje no niega la existencia del miedo, pero lo enfrenta con una promesa: presencia, fuerza y sustento divino. Es como si Dios dijera: “Sí, sé que tienes miedo… sin embargo, no estás sola. Yo estoy aquí, y no te soltaré.”
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