A mi hermana

 

Compañera de Vida, Guardiana Silenciosa

Hoy, mientras celebro tu cumpleaños, no puedo evitar mirar hacia atrás. Y vernos —dos niñas que compartían secretos, silencios, sueños. No sabíamos lo que vendría… pero siempre supimos que estábamos juntas.

Tú, siempre mayor, siempre firme.
Yo, más reservada, algo distante.
Pero nunca indiferente a tu amor.

Durante mi prueba más dura —el cáncer— estuviste ahí: proveyendo, alentando, sosteniéndome sin pedir aplausos.
Fuiste silencio que abraza, mirada que comprende, presencia que no necesita palabras.

Años dorados… y aun brillando

Hoy, que han pasado tantas cosas, que tantos amigos han quedado en el camino, pienso que somos afortunadas.
A pesar de nuestros males, nuestras pérdidas, nuestras diferencias… seguimos vivas.
Y más que vivas: seguimos siendo hermanas.

Tu protección nunca se ha jubilado.
Tu amor no ha envejecido.
Tu fe en mí sigue intacta, incluso cuando yo me he roto.

Para quienes tienen hermanas como tú

Este artículo es para quienes tienen una hermana que no se anuncia, pero siempre llega. Que no exige, pero da. Que no siempre entiende, pero permanece.

La relación entre hermanas en los años dorados tiene un brillo diferente: es memoria, es gratitud, es compañía.
Y aunque la vida nos distancie en gestos, nos une en historia.

“Gracias por ser tú, aun cuando yo no sabía cómo ser yo.”

Feliz cumpleaños, hermana.
No sé si lo digo seguido, pero te amo.
Y si Dios me permite más años, que sea contigo cerca.
Como siempre. Como en el principio. Como aún hoy.

“El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.”
Romanos 12:9–10

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Carmen, guerrera, escritora.

Las palabras tienen poder

Sinopsis del libro Zamba