Autoestima.
Autoestima: cuando la voz que te habla no es la de
Dios
Desde niña escuché una voz.
No era fuerte, pero era constante.
Me decía que no podía, que no era suficiente, que los demás eran mejores.
Me llamaban “humilde”, pero yo me sentía invisible.
Y esa voz… se me metió en el alma.
Hoy, cuando paso pruebas difíciles, cuando me siento
cansada, esa voz vuelve.
Me dice que soy un fracaso.
Que no valgo.
Que no hay salida.
Pero hay otra voz.
Una que no grita, no obstante, sostiene.
Una que me recuerda:
“Te amé con amor eterno.” — Jeremías 31:3
“Eres mi hija, linaje escogido.” — 1 Pedro 2:9
“Te formé con mis propias manos.” — Salmo 139:14
Esa es la voz de Dios.
Y aunque a veces no la escucho, sé que está ahí.
Aun así, si fuera por mí, ya me habría rendido.
Sin embargo, tengo un hijo. Tengo una madre.
Y tengo un propósito que aún no se ha cumplido.
Para ti que también luchas con tu autoestima:
- No eres lo que te
dijeron.
- No eres lo que no
pudiste lograr.
- No eres tu cuenta
bancaria, ni tu pasado, ni tu cansancio.
Cuando tú expresas lo que sientes, aquello que te
desvaloriza, tus palabras no solo son un desahogo, son un acto de valentía. Lo
que estás sintiendo es real, profundo… Pero también hay algo más real aún: tu
valor no depende de lo que te dijeron, ni de lo que hoy puedes o no puedes
hacer. Tu valor viene de quién te creó.
Eres hija del Dios Altísimo.
Y eso no cambia, ni siquiera cuando tú dudas de ti.
“Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
Estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.”
Salmos 139:14.
Este pasaje es una declaración de asombro y gratitud por la forma en que Dios nos ha creado. Nos recuerda que no somos un error ni una casualidad, sino una obra maravillosa, pensada y formada con propósito. En momentos de baja autoestima o confusión, este versículo es un ancla: mi valor no depende de lo que siento, sino de lo que soy en Él.
Comentarios
Publicar un comentario