El silencio
El silencio que habla más que mil palabras
No todo silencio es igual. Hay silencios que sanan… y
silencios que duelen.
A veces callamos para proteger, otras para evitar rompernos.
Y otras veces… porque nuestra alma ya no tiene fuerzas para hablar.
“Ese es el silencio que no grita… pero habla.”
El silencio como queja sagrada
Hay silencios que no gritan, pero son quejas. Una queja
que no es rebelión, sino desahogo. Como cuando el alma le habla a Dios sin
pronunciar palabras:
“¿Dónde estás? ¿Por qué no respondes? ¿Por qué me siento sola?”
Es el silencio de quien ha esperado mucho.
De quien ha llorado en lo íntimo, y solo puede mirar al cielo… esperando una
señal.
“Dios también escucha lo que no decimos.”
El silencio que lastima
También existe el silencio que hiere. El que usamos para ocultar una verdad. El que guardamos por miedo, por vergüenza o por falta de fuerzas. Lo que sentimos cuando creemos que hemos sido olvidados.
Ese silencio pesa. Nos aísla. Nos hace creer que no
importamos.
El silencio que edifica
Pero hay otro tipo de silencio. El que elegimos. El
que usamos como acto de sabiduría. Ese que nace justo antes de gritar desde la
frustración, y decide esperar.
Porque ese silencio construye. Es prudencia. Es una fuerza que no se muestra… pero sostiene.
“En quietud y en confianza será vuestra fortaleza.”
— Isaías 30:15
“El silencio que nace desde la fe… es oración sin
palabras.”
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