Fe
Palabra pequeña que sostiene lo imposible
“Fe”. Dos letras. Una sílaba. Una
palabra que se pronuncia en segundos… pero puede sostener una vida entera. En
ella habita lo invisible, lo inexplicable, lo que desafía la lógica y abraza el
alma.
La fe no siempre viene de dentro. A
veces nos la prestan. Nos la regalan quienes nos aman, cuando nuestro corazón
ya no puede sostenerla.
Fe compartida: techos que se mueven por nosotros
Pienso en aquel hombre paralítico que
fue llevado a Jesús por sus amigos. Ellos no se rindieron ante la multitud. No
se detuvieron ante los límites. Movieron el techo. Lo bajaron con cuidado.
Creyeron por él.
Y entonces…
“Al ver Jesús la fe de
ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.” — Lucas 5:20
Jesús no le preguntó al hombre si
creía. No le exigió una confesión. Miró la fe de sus amigos… y obró el milagro.
¿Cuántos techos se han movido por mí?
¿Cuántos amigos han creído cuando yo no podía?
¿Cuántas oraciones se han elevado en silencio para que mi alma pudiera
descansar?
Cuando la fe se vuelve
difícil
Pienso que la mayoría de nosotros creemos que Dios obra milagros. Pero
admitir que los hace para mí… todavía nos me cuesta aceptar.
A veces la historia pesa. La herida habla más fuerte que la esperanza. Y me
descubro, sintiéndome indigna. Como si el cielo se inclinara solo por otros,
nunca por mí.
Pero cada vez que alguien ora por mí,
me recuerda que el amor de Dios no depende de mi mérito… sino de su gracia. Y
esa gracia… también me alcanza.
Aplicación para el alma
- Tal vez hoy tu fe esté cansada. Descansa en la de quienes te aman.
- Tal vez sientas que no mereces un milagro. Pero el amor de Dios no necesita que lo merezcas, solo que lo recibas.
- Tal vez no tengas fuerzas para pedir. Entonces, permítete que otros pidan por ti. Y confía en que el cielo escucha esa fe también.
#HistoriasQueEdifican, #FeCompartida, #MeditaciónCristiana
Comentarios
Publicar un comentario