La incertidumbre
La Casa Sin Puertas
Hay días en los que
todo parece cerrado.
Las decisiones pesan, el miedo se instala, y la incertidumbre se vuelve un
cuarto sin luz.
En uno de esos días, nació esta historia.
Una fábula que no busca respuestas, sino compañía.
Una historia que me recordó que, incluso cuando no hay puertas… aún podemos
abrir ventanas.
La Casa Sin Puertas
Una fábula sobre la
incertidumbre, la esperanza y el poder de mirar hacia adentro.
En lo alto de una
colina donde el viento parecía susurrar secretos, había una casa muy peculiar.
No tenía puertas. Solo ventanas. Grandes, pequeñas, redondas, cuadradas… pero
ni una sola puerta.
La gente del pueblo
decía que quien vivía allí debía estar atrapado.
Pero dentro de la casa vivía una mujer llamada Lía.
Lía no estaba atrapada. Estaba esperando.
Cada mañana, se
acercaba a una ventana distinta. Algunas daban al bosque, otras al mar, otras a
la nada.
Y cada vez que miraba, sentía algo diferente:
— A veces esperanza.
— A veces miedo.
— A veces nada.
Un día, el cielo se
volvió gris y el viento dejó de susurrar.
Lía se sintió acorralada.
Miró por todas las ventanas y ninguna le mostraba salida.
Quiso rendirse.
Quiso dormir.
Quiso desaparecer.
Pero entonces, en la
esquina más olvidada de la casa, encontró una ventana que nunca había abierto.
Era pequeña, cubierta de polvo, y parecía no tener vista.
La abrió con esfuerzo…
Y no vio el bosque. Ni el mar. Ni la nada. Vio su reflejo.
Y en ese reflejo, vio
algo que nunca había notado.
Una llave colgada de su cuello.
Una llave que siempre había estado ahí, pero que solo podía verse desde esa
ventana.
Lía entendió entonces
que la casa no tenía puertas…
Porque ella era la puerta.
La salida no estaba en el mundo. Estaba en su decisión de avanzar, incluso sin
saber a dónde.
Desde ese día, Lía no
buscó más puertas. Se convirtió en ventana para otros.
Y cada vez que alguien se sentía perdido, les decía:
— “Mira hacia adentro. La llave está contigo. Solo necesitas encontrar la
ventana que te lo recuerde.”
Reflexión final
Si estás leyendo esto
y te sientes acorralado…
Si el día pesa más que el cuerpo…
Si las decisiones parecen muros…
Recuerda que tú también llevas una llave.
Y que, a veces, la salida no se abre. Se descubre.
Gracias por leer. Gracias
por estar.
Y si esta historia resonó contigo, me encantaría leerte en los comentarios.
¿Qué ventana te gustaría abrir hoy?
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